La naturaleza y la vida salvaje siempre me ha fascinado, me hace sentir como un niño pequeño, cautivado, con primigenia curiosidad. Esa inmensidad que nos supera, que nos convierte en humildes, siempre me ha atraído. Probablemente esto sea así desde aquel momento en el que con siete años comenzaron mis primeras incursiones en la naturaleza. Estos grandes espacios me hacen soñar, me hacen pensar que hay algo más allá de lo que veo, como el tesoro al final del arco iris, como si lo que tengo delante de mí fuera la entrada a otro mundo, un mundo de imaginación, un mundo de sueños.